Por José Manuel Ruiz Regil
El sábado 2 de noviembre regala a
los transeúntes del Centro Histórico de la Ciudad de México una atmósfera
mística apacible para recordar a sus muertos y rendirles tributo en los altares
efímeros que alegran la plancha del Zócalo. El ánimo nacional resguarda un luto
festivo en el que la raza se reconcilia con sus ancestros, y es ocasión de reflexionar en el sentido de la vida y de
la trascendencia de las acciones. Día propicio, entonces, para la poesía que
hurga en la intimidad de la existencia buscando respuestas. Voces de todos los
puntos cardinales han respondido a la convocatoria pública que ha hecho
Editorial VersodestierrO para inscribirse en la primera eliminatoria del Torneo
anual Adversario en el cuadrilátero. En esta ocasión en homenaje al poeta
uruguayo Saúl Ibargoyen, y celebrado en la explanada del Centro Cultural José
Martí, en las inmediaciones del metro Hidalgo, esa plaza que es hervidero de
comales, chemo y transbordos, frente a la iglesia de San Judas Tadeo.
A las doce en punto, según
programa, inicia la contienda en el ring. El público asistente aguza sus oídos,
afina su mirada, ocupa sus asientos llenando el sillerío, y ocupando cualquier
espacio de pie alrededor del cuadrilátero, iluminado su perímetro con llamas de
cempasúchil. Los puestos alrededor de la plaza se vuelven hacia el centro,
donde ha comenzado la acción. El miasma urbano se prepara para la eclosión. El
loto de la poesía está a punto de nacer en medio del pantano de la ordinariez. 42
poetas desfilarán ante un jurado compuesto por especialistas, la maestra Becky
Rubinstein, el poeta Ricardo Ríos y Cecilia Suárez, azuzados por la malicia
inteligente de Adriana Tafoya, pero manteniendo una objetividad a prueba de
neblinas.
Al micrófono Andrés Castuera-Micher,
locutor de Código D.F. haciendo la narración minuto a minuto del evento. Sobre
el escenario anunciando a cada uno de los participantes, el poeta y editor
Andrés Cisneros de la Cruz, quien ha recogido su medusística melena bajo una
gorra con visera retando a salir al sol; Hortensia Carrasco en su bien
representado papel de réferi, asombrada de la frente también, viste unos sospechosos
shorts que coquetean con unas altas botas de luchadora trenzadas en alba
agujeta. Alrededor de las cuerdas el poetastro,
forcado que el destino ha convirtió en payaso de rodeo, se dedica a congelar un
gesto que aprese alguna idea poética, a manera de estatua viviente a lo largo
del encuentro.
A un lado del cuadrilátero, la
estación libresca ofrece como frutos recién cortados del árbol de la
imaginación los títulos más actualizados de la poética contemporánea mexicana.
Junto a este paraíso arborescente una librarrera
honoraria en un momento dado sube al ring acompañada del luchador profesional Steelman, promotor también de este
deporte intelectual, quien hace una invitación a conocer la Antología de poetas en el cuadrilátero,
edición que da cuenta de los participantes y todo su devenir desde el 2007 cuando
se lanzó la primera convocatoria. Desde entonces han surgido nuevas vocaciones,
y poetas incipientes y experimentados han tenido el estímulo deportivo necesario
para continuar probando su “garra” en este formato de contienda amistosa que ha
revolucionado la escena poética nacional.
Suena la campana y el primer ba(u)rdo
es nombrado para “ascender al ring”, como lo anuncia tradicionalmente Cisneros,
con ese tono de epopeya que le imprime gravedad a todo lo que toca, y uno a uno
desfilan frente a la mesa del jurado, el cual por única vez los juzgará en lo
individual, ya que a partir de los cuartos de final tendrá que elegir entre dos
contendientes en un round. Así es que desnudos de relatividad, aficionados,
profesionales, curtidos y donceles pasan entre las cuerdas de la crítica; unos
bien librados, refrendan su autoestima con el aplauso del público; otros no
esquivan el abucheo que su incipiencia (insapiencia) poética exhibe, pero todos
con el garbo de ese espíritu competitivo y con el orgullo de mostrar sus
resultados y alcanzar la calificación necesaria para pasar a la siguiente
eliminatoria.
Es de llamar la atención la
presencia del tema amoroso cursi, digamos, de poster de papelería, que permea a
la mayoría de los participantes. Obviamente, ese primer filtro descarta
precisamente, todo lo que no es poesía. Este desbrozamiento doloroso es
necesario, pues si bien los “poetas” suben orgullosos de sus creaciones, es el
público, representado en los jueces quien determina lo que quiere apoyar, y se
ve que definitivamente no se inclinan al melodrama, lo cual salva al arte. Se van quedando entonces los artífices que ya
han desarrollado cierto oficio, malicia verbal, efectismo escénico y cuentan
con las habilidades para hacer de su contenido poético un buen espectáculo. Es
el caso de Teporocho cósmico de Témok
Saucedo, o Hans Paul Manhey, quienes logran los primeros ochos del día, luego
de que, como bien identifica Castuera-Micher, la escala Rubinstein de calidad,
por el rango tan bajo de calificación que consistentemente la maestra Becky
otorga a los participantes, mantiene a varios por debajo de los cinco puntos
hasta bien entrada la contienda.
Julio Alpízar se conforma con la
narración superficial de un encuentro amoroso de lo más ordinario, Laura
Daniela Ramírez asesta una imagen poderosa con eso de De ver tanta espera se me ha secado el pensamiento, pero se alarga
en el tiempo y eso la afecta. Frizia Guerrero no sabe qué hacer con el bonche
de hojas con que ha subido al escenario. Lleva su poema escrito en letra grande
con plumón, y se pierde en una larga enumeración de elementos sin sentido que
más que poetizar sofistican innecesariamente una realidad que dicha sin más, sería
más poética, quizá.
Eduardo Reyes nos lleva al baile
diciendo que los poetas son el hazmerreir
de las sombras. Ademar Mena exhibe un poema de amor homosexual bien logrado
que aparentemente, pasa inadvertido. Ilce García Cortés, abre la puerta del
oxímoron diciendo que Hay aquellos que
duermen solos bien acompañados… Un poema imaginativo. Arturo Vázquez,
amenaza con cumplir los deseos del otro: No me pidas que te escriba. Podría hacerte
caso. No le basta su osadía para ganar puntos al jurado. Con Mauricio Andrade
la escala se va para arriba. Luego sube Daniel González Rodríguez cuya
interpretación evidencia sus días de vagonero y no logra dar a su lectura la
dignidad poética que necesita. No era la
muerte. No me gustan las ojeras de los que viven todavía. Lucía Izquierdo
empuja el marcador hacia arriba. El comentario es que ya se le ve el aire de
finalista. Sube Oscar Luviano con Poema
de amor a la muchacha de un video visto en internet, el vouyerismo
electrónico como motor poético.
Es de llamar la atención la
tesitura conversacional de la mayoría de los poemas, la casi ausencia de metro.
Y no es poco común advertir la influencia del mal contemporáneo, el facilismo,
la ovo-envoltura de la puntada, la arrogancia esfintérica carente de
autocrítica y de una comprometida y constante formación en las tradiciones
poéticas que nos nutren y nos sufren. En el mejor de los casos habla la beatnickmanía, o priva el tono reggaetonero, muy pero muy urbano. Y el
jurado no se hinca ante cualquier maldito de segunda mano.
Mientras Uriván Aguilar se
desgañita por un siete, en la carpa editorial se regalan posters de Elogio al oficio. Todo aquel que
participa o compra un libro tiene derecho a escoger una de las versiones que se
ofrecen de los carteles que homenajean a los poetas fundacionales de la
tradición. Entre ellos Borges, Cavafis, Tomás Segovia, Beckett, Pacheco, y otros.
Detrás de los participantes, como
cauda de eco, el ojo sagaz de Claudia López Vargas retrata tras bambalinas el
nervio, la expectativa y la experiencia tan cálida como honesta de un Hans Paul
Manhay, poeta chileno quien regala a la cámara una bella autocrítica envuelta
en la encantadora sonrisa de la experiencia.
Svetlana con su poema en tres
partes logra elevar a lo más alto la escala del jurado. Le sigue Jesús Cárdenas,
quien desde que espera su turno se ve nervioso. La inexperiencia obra en su
contra y le apaga la voz, lo que no ayuda al tono íntimo de su poesía. Habrá
que leerlo en otro contexto. Su poema parece de amor, pero habla a la muerte. Utiliza
el lugar común del capullo y la metamorfosis. Dice el comentarista que “a éste
sí le va a cobrar impuestos”. Aun así hay un siete de Becky Rubinstein. Sube
López con un poema de tono panfletario. Mientras esto sucede la resonancia
social en la plaza es rotunda. Un paseante se acerca a preguntarme cómo puede
participar. Gladiador asegurado para el año que entra.
Célebres son los comentarios de
Castuera-Micher, quien con un agudo sentido poético denuncia los lugares
comunes y sugiere grabarlos fiscalmente como castigo. Lo mismo que a los poemas
cursis a los que sugiere sacarles copias y dejarlos a la salida del cine con la
certeza de que alguna ingenua caerá. Buscapiés a Steelman de quien exhibe sus pocas habilidades comerciales al
asumir que si está en la mesa de libros rematará todo, pues seguramente no se
sabe los precios. Hace frío, critican al luchador, que normalmente muestra su
trabajada musculatura, que “hoy viene muy tapado”. Las chicas extrañan las
botas y el calzón deportivo.
Rolando Vieyra presenta un poema de
resonancia futurista: Piropos envueltos
para regalo….Hace onomatopeyas, mezcla elementos surrealistas. Su esfuerzo
le vale el 8.5 de la autora de Las
princesas sin reino. El experimentado Hayden Hernández, el favorito de Steelman según Castuera, “es el cuate
del glu glu, ya con una prestancia
escénica de finalista”. Hace su poema de memoria, lo cual todavía le favorece
más su interpretación. Con la experiencia de por lo menos cuatro torneos a
cuestas, se va con un poema corto de alto impacto, y obtiene la calificación
que busca.
José Manuel Villegas juega al
malditismo. Alejandro Zenteno hace un poema taurino con toda la estampa. El
final se le cae, pero logra su cometido, cornar al jurado y brincarse al
callejón de la siguiente contienda. En contraposición está Felipe Alonso,
posesionado de su rol de galán de escritorio público, y Castuera no se la
perdona y lo manda al monumento del lugar común. Efectivamente, digno representante de las más
bajas puntuaciones de la Escala Rubinstein. Le sigue Adrián Fuentes, le brinca
a los talones al malditismo, pero acaba en una vuelta de tuerca moralista que
destruye su esfuerzo. Se gana un 3 del jurado. A Ricardo René Arreola lo siguen
calificando bajo. Luego Max Chá hace un poema ordinario sobre lo ordinario. Son
varios poemas en los que acaba pontificando. Se queda en los 6. David Lara
Martínez no tiene carisma para leer. Su participación es una flagelación de
intimidación impúdica. Largas enumeraciones malditistas. Ante el 4 del jurado, el comentarista
sentencia: ¡Lo castraron!
Dos de los últimos garañones se
distinguen por su atuendo hipster: sudadera, snikkers y tennis sin calcetines.
Modas vemos, poesía no sabemos. La inoportuna aparición de una patrulla rodeando
la plaza apaga su, de por sí, tímida voz y quedan fuera. Cierra el evento la búsqueda
de Ricardo Suasnavar, un joven y talentoso poeta que regala imágenes volátiles,
con las que gana uno de los más altos puntajes (9) y pasa a la siguiente
eliminatoria …en el espacio los hombres
son inasibles y se les quiere coger del nombre.
Mientras el jurado delibera y
negocia con los puntos decimales, la atmósfera se enciende con el tema musical
del torneo, un remix de Jaque González con letra de Sergio García Díaz, y
música de Aby 13 y un fragmento de “Cruz de ceniza”, de José Manuel Ruiz Regil,
acompañada por el rapeo energético de Biukte Salvador, en una producción
original de José Verde. Sello sonoro que imprime definición y atmósfera del
encuentro a partir de esta edición.
Después de la contienda, la
selección de los 14 clasificados para los cuartos de final queda así:
1. Svetlana P. Garza, 25.9
2. Daniela Dávila, 24.8
3. Ricardo Suasnavar, 24.8
4. Rolando Vieyra, 24.5
5. Alejandro Zenteno Chávez,
24.3
6. Óscar Luviano, 24
7. Hans Paul Manhey, 23.9
8. Lucía Izquierdo, 23.6
9. Leobardo Jacob, 23.5
10. Adhara Duval, 23.7
11. Hayden Hernández, 22.7
12. Neil Mauricio Andrade, 22.7
13. Carlos Mitru, 22.6
14. José Adrián Hernández, 21.8
versus 15. Alus Jonez, 21.8 (por empate disputarán en versus su pase a los
Octavos de final el mismo 16 de noviembre)
Retadores (en caso de la
ausencia de alguno de los participantes)
15. Fernando Bonilla, 21.7
16. Temok Saucedo, 21.6
Los poetas clasificados
directamente son: el campeón del Torneo Relámpago de Poesía Durango 2013:
Everardo Antonio Torres y el campeón del Torneo de Poesía Zona Sur 2013: Carlos
Chávez.
Confiamos en que de aquí a un
mes estos gladiadores bruñan sus filos y den un espectáculo digno del esfuerzo
que los coordinadores, patrocinadores y público en general hacen para favorecer
el florecimiento de la voz poética. Los campos de entrenamiento (bibliotecas)
están llenas de retos y programas que podrán desarrollar las habilidades
conceptuales y formales de los contendientes. Asimismo, los talleres que se
ofrecen al por mayor son una buen cauce para todo creador, ya sea que comience
o que desee ser autocrítico con su trabajo. La inversión de tiempo-esfuerzo que
se haga en aprehender herramientas poéticas redituará en el impacto de su voz
en el ring. El ejercicio de la poesía es el de un jardinero cósmico que trabaja
con las leyes naturales: un mago que si no pone atención, se fulmina. Nos vemos
el 16 de noviembre en la Casa del Lago, para ver cómo sacan chispas los hierros
de estos aguerridos contendientes.
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