viernes, 29 de noviembre de 2013

"Dimes y diretes en el pancracio de la poesía", por José Manuel Ruiz Regil

Octavos de final Torneo de Poesía 2013, por José Manuel Ruiz Regil
Desnudando su alma se enfrentan en desafío
Abi 13
El espectáculo del ring dispuesto en los jardines de la legendaria Casa del Lago de la U.N.A.M. bajo una carpa blanca frente a un templete donde se ubicó la mesa del jurado, comienza este 15 de noviembre con una exhibición individual a cargo de Joana Medellín, quien desde el año pasado golpea fuerte a sus contrincantes con una estrategia que evidencia más un furor uterino que un sesudo despliegue de habilidades. Sin embargo, el público la aclama –no tanto como ella a sí misma, o como ella desearía- y se ha ganado su lugar con esa poética artificiosamente incendiaria, pero eficiente en términos de espectáculo. En esta ocasión transitó sobre el ring vestida de gladiadora, con alpargatas de cuero y todo para montarse en la anáfora No estoy dispuesta a morir… seguida de una serie de despojos de superficialidades en un anhelo por alcanzar lo esencial; un canto a la vida más allá del pensamiento, de la cultura, del cuerpo, incluso. Un manifiesto poético en sí mismo de gran intensidad que inscribe esta pasión en el cuerpo electromagnético del devenir del tiempo: Suscribo en mi vida un verso renovable para perseguir la inmortalidad.
Baja del escenario para repetir su ausencia una vez se ha expuesto, como hace en cada aparición. No suele quedarse a escuchar a sus colegas.

I La cruzada.
El primer encuentro es entre Daniela Dávila y Carlos Chávez. Una dupla muy pareja, pues lo que una tiene en profundidad y brevedad el otro lo tiene en interpretación y forma.  Daniela abre con un poema amo-erótico  que por ahí lleva la frase el tiempo hace hoguera con el olvido. Tímida sobre el escenario, envolviéndose en su suéter beige tejido, Daniela se lanza a las aguas turbias del juicio confiada en su palabra.
Al correr el tiempo de Carlos, una ola de gritos que simulan porra se eleva desde un corrillo comandado por Joana, en una orilla cercana al lago de Chapultepec. No se sabe ya si como grito de apoyo o como sabotaje, pero la gritoniza distrae. Sin embargo, el poeta retoma con aplomo su texto y lo suelta al público con una voz fuerte y firme. Un texto con buen ritmo y medida, más, al criterio del jurado, conformado por los poetas Mónica Suárez, Artemio Ríos Rivera y Antonio Salinas, parece confuso. Los votos finales del primer round se inclinan por la fémina.
El segundo round le da más confianza a Daniela, quien fija su atención en el texto. Su expresión corporal es la misma, como si le diera vueltas al reboso, pero confiara en el arma que trae cargada bajo el brazo. Tocarte es introducirse a un bosque de cuerpos. Su segundo poema muestra una estructura circular y describe el proceso de sanación del alma.
Carlos monta un tinglado de trabajo con los campos semánticos de la carpintería para componer un poema amoroso donde el objeto de amor es un monigote parecido al Golem en femenino, que a su vez crea al amante que ella necesita. El round definitivo es para Daniela, quien es la primera calificada para pasar a cuartos de final. Ambos poetas se dan un abrazo amistoso y bajan a sus lugares.
II La Tacolpeña.
El segundo encuentro es entre Ricardo Suasnavar y Everardo Antonio Torres, éste último ganador de las eliminatorias en Durango. La diferencia generacional es evidente. Everardo trae una poética clásica, romántica, probada y bien templada por los años en versos hechos a la medida de su ritmo y tono. Ricardo es la ebullición del verso libre y el descubrimiento vital. Ambos con poéticas muy acabadas, lo cual pone en serio predicamento al jurado.
“Para seguir soñando”  de Everardo tiene un ritmo muy cuidado; es un poema bien cimentado en imágenes reconocibles que coquetean con el lugar común. Ricardo, en cambio, ensaya a nombrar la realidad con un vuelo lírico lleno de frescura: El instante, raudo pegaso de inalcanzable trote… no somos más que polvareda…
El primer round es para Ricardo. En el segundo Everardo lee “Ojos negros”. Repite la estrategia de apostarle al metro clásico. Se siente el oficio y la meticulosidad del ebanista de versos, pero el tiempo y la ciudad hacen estragos sobre la tradición y hacen ver las pieza de vidrio soplado del artesano tradicional un tanto empolvadas frente al grito urbano, filoso, casi de láser que trae Ricardo. No tengas miedo, poeta….  El joven apuesta por la honestidad y el aquí-ahora, el llanto almizclero que nadie esperaba…
Es claro cuando un poeta se expone limitado en sus recursos o su voz es siempre la misma. En torneos de esta naturaleza no le queda más que apostarle a la suerte. Si en su haber no hay más que lo mismo, se expone a obtener resultados semejantes. Ante el tsunami de imágenes frescas de Suasnavar, Everardo palidece con un poema cantinero “Guitarra vieja”, que como bien lo apunta el comentarista Andrés Castuera-Micher “con dos chelas  y un trío estaría hecho”. Pero éste es otro ambiente.
La psicomagia de Ricardo se impone en este encuentro donde la apuesta es hacia la posibilidad, antes que al testimonio de una vida hecha. El encuentro es de Suasnavar, quien califica para la siguiente etapa.
Mientras el evento transcurre se nutre un público cada vez más interesado por lo que sucede. La rúbrica sonora del evento suena su estridencia soltando al aire frases como deporte intelectual… se suben a pancracio a luchar… Dux se coronó campeón… Llegaron tres mujeres, sensación… Santos se lo llevó… que intrigan a los paseantes. Las sillas se ocupan por completo y detrás de las famosas rejas de Chapultepec miradas expectantes atienden al encuentro.
Uno de los participantes, el veterano Hans Paul Manhey, acude a la cita abrigado por una porra de alumnos y admiradoras a la que seguramente prometió no decepcionar. Entusiasmados lo animan a conservar la calma, mientras hace los pasillos de ida y vuelta echando humo, mientras llega su turno.
III La Nórdica.
El tercer encuentro es entre Rolando Vieyra y Alus Jones. El primero con un look de financiero decimonónico. Todo skinny pants color beige y un saco breve, oscuro, que hace juego con una corbata de moño, muy ad hoc al corte de cabello y armazones tipo hipster. Consistente con su atuendo despliega una poesía breve que hace de la anfibología una virtud: El grenetino sabor de tus pechos… La seguridad con que planta sus versos le da la victoria, luego de tener a su adversario en jaque como vikingo tras la presa. La catástrofe de Rolando Vieyra se impone y gana el encuentro.
IV La Noria.
Adrián Hernández se enfrenta a Alejandro Zenteno, quien presenta su poema El pulso de la voz, con cierto aire lorquiano, muy cuidada la voz lleva a buen puerto sus imágenes, frente a Adrián que, sin experiencia en el micrófono y con una inseguridad evidente balbucea un poema cifrado en estructura alfabética. Algunas imágenes al vuelo que se desploman entre las cuerdas del ring y la mesa del jurado quedan como promesas de una mejor lectura. Se antoja saber el misterio de aquella mujer elefante, o por qué el Splash está relacionado con la muerte de un hombre mosca cayendo del piso 88. En el segundo round Zenteno se zambulle en Champotón, un poema épico, mientras Adrián Hernández sigue en su enunciación alfabética. El triunfo es total para el partisano de los versos.
V La guillotina.
En el siguiente encuentro Carlos Mitru, de Toluca, con una poesía breve se enfrenta a Óscar Luviano, quien arrasa la justa con una poética narrativa que por momentos saca de balance al jurado y lo hace cuestionarse sobre sus paradigmas. Carlos lee “Biografía” y se lleva el primer round. Pero Óscar arremete con la misma receta de los pájaros segunda versión, la cual surte su efecto en la curiosidad del público y el jurado y le vale ganar el segundo encuentro. Su poesía es una mezcla de técnica bien dominada, mezclada con un lenguaje coloquial estructurado para sacudir los significantes.
El laberinto de los pájaros 3era versión, rompe y denuncia el lugar común: Creas la creación si sonríes desnuda.
A estas alturas Castuera-Micher comenta con Steelman, quienes realizan la narración del evento, que están gratamente sorprendidos por el dinamismo y la inteligencia con que el jurado aprende y crece junto con los competidores; recapacita su voto y corrige, emitiendo en cada ocasión un juicio fresco.

VI La quebradora.
Es el turno de Hans Paul Manhey contra Ney Mauricio Andrade. Antes de iniciar su exposición Manhey aclara que “después de mucho explorar y pasar por las vanguardias sé que se puede generar emoción con pocas palabras”. Y se lanza despreocupado al abismo del amor romántico en  un tú y yo que va hilvanando las dos orillas de un entrelazar de vidas en el que el otro es esencial para ser: Tu rostro es todo amor/ mi amor es todo.
Ney Mauricio apunta un derechazo con su Oda al café y más tarde con “Amanece”: todavía sueñan los cocuyos al otro lado de la almohada.
Manhay responde con “Te regalo mis versos”, un bello poema, sincero, cuya complejidad técnica alejandrina es inversamente proporcional a su sencillez. Pero no es suficiente para el jurado y le da la victoria al novel.
VII. El Tornillo.
Les siguen Lucía Izquierdo y Leobardo Jacob, éste de puebla, caballerosamente le dedica su poema 23 a su oponente. La imagen del espantapájaros advierte a los cuervos que huyan despavoridos porque hoy es mi día de suerte… Lucía, responde implacable con Artemisa: no puedo evitarla sonrío, ante tu imagen socializada… El 1er round es para Lucía izquierdo. El jurado privilegia la brevedad contundente ante la imaginería sensible de Jacob.
En el segundo round presenta su poema 16. Lucía inquiere ¿Qué sienten los poetas de la nueva era? …más el luto es hoy por la poesía... –dice. Pesa entonces la ausencia de sentido que le da sentido a todo lo demás. Gana Lucía.
VIII. El francotirador.
El último encuentro de la tarde es catastrófico. Frente al experimentado Hayden Hernández que inquiere la naturaleza de Jehová o es capaz de sumergirnos en el palpitante recorrido de la piel hasta los lugares más fruncidos con su lenguaje coloquial y desparpajo, Adhara Duval hace un poema de amor feminoide sin medir el efecto devastador que su romanticismo decadente puede generar en un público feminista, presumiblemente crítico en cuestiones de género, y se entierra desde el título: Tómáme a bocajarro. ¿Alguna duda de quién ganó el encuentro?


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