martes, 10 de diciembre de 2013

Instantáneas de los Cuartos de Final del Torneo de Poesía 2013

Por José Manuel Ruiz Regil

I

Las patas de bronce fundido de la araña monumental de Louis Burgoise entrampan la visión del castillo de mármol donde habitan las musas. A un costado, resguardado bajo el ala ensombrecida del pegaso se extiende el cuadrilátero azul con sus destellos blancos de logos. Las cuerdas se tensan al son del tema del Torneo de poesía 2013. La voz en off de Andrés Castuera-Micher invita al respetable a tomar asiento. Dos carpas verdes resguardan del sol a la triada de comentaristas y jurado; de esa luz que cae a plomo a la hora en que la sombra es nula. Suena la campana. Empieza el espectáculo.


II

Un Suasnavar urbano, con una poesía trotante saca de su melena lo que de ciudad hay en él. Consciente de su oficio seduce a la ciudad acariciando sus partes pudendas, la bautiza al tiempo que la pisa y la posee. “La procaz”, la llama. En su poema negocia con el lugar común y rompe brechtianamente el tono narrativo para desarticular el ritmo ante el espectador.
El sol cae sobre las hojas de papel que temblorosamente el joven poeta sostiene  mientras lee su contenido. Seguro de su hallazgo remata: …ciudad, te muero un poco cada día.

III

La silueta de tres hombres de espaldas empinados sobre la mesa se aclara cuando Gustavo Alatorre alza el brazo para emitir su voto a favor de Carlos Mitru, en contra de todas las expectativas tanto del público como de los otros dos jueces. Esto hace que se alargue el encuentro, pero no impide que el ímpetu poético de Suasnavar decaiga. El poeta en busca de sí mismo, autodenominado poetastro o poeta-astro en una bella paronomasia que incluye en su poema, obtiene el favor del aplauso.

IV



Sobre las cuatro esquinas del cuadrilátero Rolando Vieyra se aposta para emitir en distintos ritmos un mismo texto. No necesitamos ganar ofertas… -pregona. Una suerte de consigna socio-política que ofrece al escucha el efecto sobreimpuesto de la multiplicidad a través de la repetición distorsionada de las mismas palabras en diferentes ritmos, lo que sugiere distintas emociones, y acciones. Un mosaico de recuadros conceptual. Después del cual, silencio. Logra desconcertar a la audiencia, pero no a su contrincante.
Castuera: ¿Ya terminó?
Sandra Vázquez: ¿Ya empezó?

V

Daniela Dávila se reconoce ave. Despliega sus alas sobre el cuadrilátero y alza su voz que se confunde con el mármol del palacio, a los pies del cual un corrillo de pichones amarillos emite su grito scout. Sostenida en el timbre de su pluma, “pájaro remendado”, coge con el pico el laurel del triunfo.

VI

El bardo Zenteno asciende con marcial indulgencia. Bajo la boina resguarda el oficio del metro bien cultivado. El mito y la lucha transitan sus venas. Su poesía se vierte por raudales veracruzanos. Epopéyica voz canta al Papaloapan. La luz traspasa el vidrio de sus anteojos para iluminar las corrientes que nutren orillas, alimentan flora y fauna, esa que reconoce, sitia el cauce mucho antes que llegáramos nosotros a poblar.

VII

Entre las sillas se pasea, bajo el ala de un sombrero negro, el poeta Chileno Hans Paul Manhey, ofreciendo varios títulos de la colección Poesía sin Permiso, de Editorial VersodestierrO. Feliz de ver el resultado de su esfuerzo resurte sus manos  y siembra esas semillas en los bolsillos de nuevos lectores que cultiva al paso.

VIII
“No al robo de todos los tiempos” reza una pancarta que una mujer entusiasmada por la participación de Lucía Izquierdo erige frente a la carpa del jurado. Su grito reclama un voto más por su favorita, pero la decisión del jurado es inapelable. Al pie del pancracio muestra hacia los cuatro puntos cardinales la consigna. Debajo de su back pack se asoma un angry bird que apoya la moción.

IX

Con su playera de canario Hayden sorprende a la audiencia con la historia de una Alicia  no tan maravillosa. Una macabra historia donde se reconocen los rasgos de la psicopatología familiar  destaca como el contenido más siniestro de la tarde.  Único. Raro. Malditismo vigente premiado por  el aplauso y el voto del jurado, después de un empate contra Mauricio, con quien hacia la recta final se traba una metafísica relación epistolar entre contendientes, de la que sale avante Hernández diciendo: apágame la luz del escenario.

X


Una pareja de sombreros claros toma asiento en la primera fila. Otra dupla darketa se detiene frente al escenario, toma foto con su celular y sube a redes. Un grupo de turistas atraviesa y se pregunta. Una familia quisiera detenerse pero apunta el sitio web con la intención de investigar sobre el evento después. Solitarios sentados a la orilla de la jardinera del Palacio abren su escucha curiosa ante la intervención poética en la explanada de la libertad.

XI

Miguel Santos bajo la carpa del jurado revisa el texto que se lee en escena. Apunta en las casillas que previamente diseñó sobre la hoja con el nombre de los contrincantes su valoración. Al cabo de unas sumas y divisiones obtiene la justificación de su voto. Junto a él Dionisio Munguía, de boina clara y suéter verde da lectura al texto. Hace anotaciones mentales y corrige el estilo sobre la marcha en la hoja, haciendo pequeñas incisiones que marcan lo que para él serían mejoras de taller. Gustavo Alatorre con su eterno luto suda su encomienda y ejerce el poder crítico que le confiere su oficio. Por eso casi nunca está de acuerdo con la mayoría. Y se revela y pone contrapesos al facilismo.

XI
Ciclópea, bajo su melena alborotada Claudia López otea los momentos cumbres de la tarde. Al pie de la carpa de jueces, sentada en una silla estratégica a un costado del ring, regala sonrisas a cambio del testimonio en video que será memoria de redes.







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